Diagnóstico y tratamiento: Tratamientos no farmacológicos

Oxigenoterapia en fibrosis pulmonar

La oxigenoterapia se define como el uso terapéutico del oxígeno a una presión superior a la existente en el aire ambiente y con el objetivo de revertir la hipoxia (falta de oxígeno en los tejidos) que genera la enfermedad pulmonar.

En los pacientes con EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica consecuencia del consumo de tabaco), este tratamiento ha demostrado prolongar la supervivencia de aquellos que presentan niveles bajos de oxígeno en sangre. Asimismo se han descripto otros beneficios de este tratamiento en este grupo de pacientes: reduce o estabiliza la presión arterial pulmonar, mejora la calidad de vida, mejora las funciones neuropsicológicas, disminuye la frecuencia de ingresos nosocomiales por agudización de la enfermedad, mejora la disnea, mejora la capacidad de realizar ejercicio y mejora la calidad del sueño.

En los pacientes con enfermedad pulmonar intersticial (fibrosis pulmonar), el oxígeno puede cumplir también un rol importante como parte del tratamiento, especialmente del tratamiento sintomático. Si bien no se ha demostrado que prolongue la supervivencia de los pacientes, si se ha descripto que atenúa la hipertensión pulmonar y mejoría la capacidad de esfuerzo y calidad de vida de los pacientes con hipoxemia en reposo y/o en esfuerzo. En este grupo de pacientes se indica oxigenoterapia cuando se constata reducción del oxígeno en sangre (PaO2 < 60 mmHg) en reposo o desaturación de O2 durante la marcha.

Existen múltiples sistemas de suministro de oxígeno. La elección del mismo depende de diversos factores: actividad física del paciente, disponibilidad física de la fuente elegida, fuente que favorezca el cumplimiento, flujo de oxigeno necesario, entre otros factores. Entre los dispositivos que proveen oxigeno están: cilindros o tubos fijos (“hospitalarios”), cilindros portátiles, concentrador de oxigeno eléctrico, tanque y mochila de oxígeno líquido y en los últimos años se han desarrollado los concentradores portátiles que incluso cuentan con batería interna que prolonga su autonomía.

Habitualmente se utiliza una cánula nasal o bigotera para administrar el oxígeno desde cualquiera de las fuentes hacia el paciente. En algunas ocasiones puede también administrarse a través de mascarillas que cubren la nariz y la boca.

La cantidad de horas de uso o la modalidad de uso (continuo, nocturno, durante ejercicio) dependerá de la prescripción médica atenta a las necesidades de cada paciente.

La oxigenoterapia, como todo tratamiento médico, no está exenta de efectos adversos y/o complicaciones. Entre los primeros se describe la hipercapnia (aumento de la PaCO2 en sangre) y consecuente acidosis respiratoria. Esta situación no es frecuente aunque debe tenerse en consideración en paciente con enfermedad pulmonar avanzada y hipercapnia previa conocida o bien durante “agudizaciones” de una enfermedad pulmonar previa o en paciente donde el uso de O2 le genere ciertos síntomas sugestivos de dicha complicación: cefalea matinal, sueño no reparador, otros. Entre los riesgos de la oxigenoterapia se describe el incendio o explosión y la quemadura por frio en el caso del oxígeno líquido. En estas situaciones el factor de riesgo causal habitual es la inadecuada manipulación de las fuentes de provisión.

 

No existe el sistema de oxigenoterapia perfecto que cubra todas las necesidades de un paciente en concreto. Es tarea del médico prescriptor elegir la o las fuentes de oxigeno que logren un correcto cumplimiento del tratamiento por el paciente y le permita asimismo mantener una buena calidad de vida con el mejor control sintomático posible en una enfermedad, como la fibrosis pulmonar, donde es la disnea el síntoma limitante más habitual. 


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